sábado, 4 de octubre de 2008

De liberarme a necesitarte

Hace un tiempo tuve una conversación poco convencional con un amigo. El razonamiento empleado fue medio determinado, pero llegaba a una propuesta, ampliamente debatible, al final de una discusión. El tema era la libertad y si puede ser alcanzada o no. Sobre la misma llegamos a conclusiones que se desmentían unas a otras conforme avanza la conversación.


1.Para ser libres tenemos que privar de libertades a otros

Si la libertad es no tener restricciones significa que podríamos hacer lo que querramos con el otro. Mi amigo argumenta: "tu libertad técnicamente acaba cuando comienza la del otro, pero de esa forma, deja de ser 'libertad' porque no eres libre del todo". Luego, él mismo, sugiere, no seguro de usar la palabra correcta, que existen privilegiados quienes pueden privar de libertades a otros. Yo propongo, entonces, que el ser privilegiados el poder quitarle libertad a otro se hace para generar algo en nosotros que es constante. Este algo puede ser el mismo poder, el capital, ser libre de trabajar, etc. Pero... ¿Acaso esto no los vuelve esclavos de la búsqueda de ese algo? Eso nos lleva al siguiente punto.


2.Algo que te ata: las necesidades en sí.

Suena medio determinante, ¿no es así? Sólo déjenme recordarles que lo acá planteado es ampliamente debatible: 0% absoluto. Entonces, continuando, podemos ver a los "oprimidos" por el privilegiado como personas necesitadas de un guía. Ahora bien, delimitamos dos puntos causales en este pensamiento: ocurre por costumbre o necesidad. Me explico: abordamos el tema por la posibilidad que el ver, tal vez en los momentos más tempranos de nuestra vida, a nuestros padres como guías es una costumbre, una necesidad o, tal vez, algo innato en el ser humano. En segundo lugar, la costumbre de jerarquizar la mayoría de intituciones y organizaciones humanas para "hacerlas más eficientes". En tercer lugar, la necesidad de un guía al ya no tener a los padres: "...cuando nuestros padres dejan de guiarnos, desesperadamente, buscamos otro guía (sea un lider político, un amigo al cual seguimos, una pareja,etc.: siempre estamos en busca de alguien o algo en qué apoyarnos que puede ser incluso drogas o alcohol, algo que nos guíe..."





Ahora, este análisis ha sido desarrollado a partir de la vista del quien necesita a alguien, pero esto también se da para quien brinda la protección: este puede tener a otra persona en quien depender o co-depender o con quien proteje se forma una reciprocidad de dependencia. Esto, me parece, no es visto como una dependencia, sino como algo noble y necesario. Este estado simbiótico es negado por el ser para no enfrentar el hecho de lo peligroso que es quedarse sin el mismo: le llama amar demasiado. Y es que la debilidad del ser y su necesidad de cariño y protección van más allá de la racionalidad para dar paso a la no angustia, la pasividad y el sentimiento de no tener miedo. Tal vez, la búsqueda de despertar en el otro compasión y deseos de protejer es la táctica narural humana para no morir.


-Está imperfecto, pero me gusta.-

-Para usted, amigo-

miércoles, 1 de octubre de 2008

Opināri

Escuché, en un programa de televisión, la palabra, por casualidad, "opinión" y, reflexionando un poco, recordé la relación que hay entre lo antes mencionado y las nociones de bien y mal. Decidí, pues, publicar sobre este tema ya que es necesario, casi imperativo, para que logren localizar el punto de indeterminación de donde parte mi pensamiento. La perspectiva que tengo sobre el mundo y todo lo que se infiere después de los primero axiomas. Comenzaré con aquella palabra: perspectiva.

Desafortunadamente, muy a mi pesar y desanimándome, este no es un pensamiento propio, sino adherido a mi mente, como una verdad inherente, peor ampliamente cuestionable. Empezaré con una pequeñísima cita del Dr. Daniel Goleman: "La percepción es selección...". Y es, al parecer, una afirmación ampliamente argumentada con la vida misma, percibimos lo que queremos ver, seleccionamos qué recordaremos y qué no. Esto hace que haya una heterogeneidad del pensamiento y una divergencia constante entre personas. Esta afirmación es, tal vez, el comienzo de la subjetividad de las interpretaciones, de la no uniformidad de las consecuentes opiniones.

Ahora bien, sigamos con la teoría de Nietzsche sobre el bien y el mal (por favor, no lo desacalifiquen por su misoginia, odio por las masas, apatía natural,etc.). Friedrich resuelve que uno mismo, una etnia, un grupo humano,etc. asume lo que hace y predica (sobre todo predica) como lo más noble que puede hacerse, lo único bueno y verdadero. Esto se desenvuelve en una total subjetividad del pensamiento moral y una compulsiva obsesión por homogenizar, de acuerdo a lo que uno piensa, la actividad del hombre en una honra constante a lo bueno y noble. Explica Nietzsche que las clases poseedoras y con mayot jerarquía social se ven a sí mismas como las más nobles, ven a la masa como la escoria más vil por ser su antítesis y carecer de los "valores" que ellos poseen. Del mismo modo las personas pobres, que sienten el pesar del día a día trabajando arduamente para ganar solamente algunos centavos. Su nobleza recae en que el sufrimiento que ellos sienten es digno de ser compadecido, siendo ellos, al sufrir, nobles y buenos, no como los opresores que son malvados y crueles.

El credo popular ha sido más o menos homogenizado por lo cristiano. Estos valores cristianos han sido enseñados de generación en generación como algo absoluto e inmutable que rigen a la persona, lo que debe hacer y lo que no. Quienes nos enseñan esto son justamente nuestros padres quienes nos portegieron y cuidaron de infantes, quienes, probablemente, nos sentimos apegados y expuestos al ser quienes más han penetrado en nuestro ser: tienen demasiada influencia sobre nosotros y nos enseñan todo eso, lo unico que nos queda es aceptar esas enseñanzas como incuestionables. Más aun, defendemos con vehemencia lo aprendido, lo llevamos a términos en que todo lo que está fuera de este entendimiento es malo y no es admisible. Juzgamos a los demás dejando de lado la experiencia del otro y, siendo homogenizadores de la cultura, nos indignamos del hecho malo, reprochable y punible.