miércoles, 1 de octubre de 2008

Opināri

Escuché, en un programa de televisión, la palabra, por casualidad, "opinión" y, reflexionando un poco, recordé la relación que hay entre lo antes mencionado y las nociones de bien y mal. Decidí, pues, publicar sobre este tema ya que es necesario, casi imperativo, para que logren localizar el punto de indeterminación de donde parte mi pensamiento. La perspectiva que tengo sobre el mundo y todo lo que se infiere después de los primero axiomas. Comenzaré con aquella palabra: perspectiva.

Desafortunadamente, muy a mi pesar y desanimándome, este no es un pensamiento propio, sino adherido a mi mente, como una verdad inherente, peor ampliamente cuestionable. Empezaré con una pequeñísima cita del Dr. Daniel Goleman: "La percepción es selección...". Y es, al parecer, una afirmación ampliamente argumentada con la vida misma, percibimos lo que queremos ver, seleccionamos qué recordaremos y qué no. Esto hace que haya una heterogeneidad del pensamiento y una divergencia constante entre personas. Esta afirmación es, tal vez, el comienzo de la subjetividad de las interpretaciones, de la no uniformidad de las consecuentes opiniones.

Ahora bien, sigamos con la teoría de Nietzsche sobre el bien y el mal (por favor, no lo desacalifiquen por su misoginia, odio por las masas, apatía natural,etc.). Friedrich resuelve que uno mismo, una etnia, un grupo humano,etc. asume lo que hace y predica (sobre todo predica) como lo más noble que puede hacerse, lo único bueno y verdadero. Esto se desenvuelve en una total subjetividad del pensamiento moral y una compulsiva obsesión por homogenizar, de acuerdo a lo que uno piensa, la actividad del hombre en una honra constante a lo bueno y noble. Explica Nietzsche que las clases poseedoras y con mayot jerarquía social se ven a sí mismas como las más nobles, ven a la masa como la escoria más vil por ser su antítesis y carecer de los "valores" que ellos poseen. Del mismo modo las personas pobres, que sienten el pesar del día a día trabajando arduamente para ganar solamente algunos centavos. Su nobleza recae en que el sufrimiento que ellos sienten es digno de ser compadecido, siendo ellos, al sufrir, nobles y buenos, no como los opresores que son malvados y crueles.

El credo popular ha sido más o menos homogenizado por lo cristiano. Estos valores cristianos han sido enseñados de generación en generación como algo absoluto e inmutable que rigen a la persona, lo que debe hacer y lo que no. Quienes nos enseñan esto son justamente nuestros padres quienes nos portegieron y cuidaron de infantes, quienes, probablemente, nos sentimos apegados y expuestos al ser quienes más han penetrado en nuestro ser: tienen demasiada influencia sobre nosotros y nos enseñan todo eso, lo unico que nos queda es aceptar esas enseñanzas como incuestionables. Más aun, defendemos con vehemencia lo aprendido, lo llevamos a términos en que todo lo que está fuera de este entendimiento es malo y no es admisible. Juzgamos a los demás dejando de lado la experiencia del otro y, siendo homogenizadores de la cultura, nos indignamos del hecho malo, reprochable y punible.

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