domingo, 28 de noviembre de 2010

Sobre la percepción de género.

Leí, de manera muy vaga en un dominical, los hechos referidos a la violencia de género. Ente mi corta lectura logré vislumbrar la palabra denuncia que despertó gran interés en mí. También escuché en una radio local un pequeño foro sobre infidelidad y tasa de infedildad de acuerdo al género. Justamente, estos estudios me hacen recordar al feminismo y aquellos problemas de género que muchas personas dan cuenta como una lucha constante.

Podríamos pensar, para comenzar, que es aquella palabra que identifica -que habla de identidad- la que causa tanto problema. Es precisamente las implicaciones de ser en cierto sentido tal ente antitético hacia otro ente. Los análisis relacionados con este problema no versan sobre la diferencia misma -la noción de género- sino que tratan de definir y dar cuenta del contenido de cada ente-es decir, de qué es hombre o de qué es mujer- para respetar el incremento de la diferencia en términos de tolerancia e igualdad.

Pensaré, entonces, que estos dos términos. El primero da cuenta de un respeto por la diferencia, es decir, dar cuenta del contenido de cada ente y respetarlo como tal. Luego, hay una referencia a a igualdad de posibilidades de entes diferentes: se establece una identidad de posibilidad para contenidos diferentes. Se aboga por un trato igualitario en lo que se cree diferente. Nos dan diferencia y esperan que sean iguales. El análisis de contenido desenvuelve a dos entes diferentes hacia cualquier posibilidad (es decir, que al existir indeterminación del futuro, ellos podrán elegir para sí mismos cualquer determinación; esto es la igualdad) cuando ya tienen determinación previa que les da una relación de diferencia.

Ahora bien, ¿cómo puede un rol que adjudica una esencia al sujeto no determinarlo hacia su posibilidad? me parece un absurdo plantear igualdad y tolerancia en una concepción tal de género. La percepción se destruye a sí misma. El dar cuenta de los géneros es una identidad que otorga diferencia frente a lo otro.

La campaña del Ministerio de la Mujer tiene como slogan "el silencio mata". Y, sí, estoy de acuerdo con que el silencio mata, pero esa no es ninguna cuestión de género. En cierto sentido, la institución es absurda. Pero no lo es en sentido estricto. La percepción de género ya está dentro de la sociedad, las personas ya han asumido un rol, un sentido de vida coherente con su esencia que es una interpretación del rol del cual se genera una identidad que puedes tener más diferencias con su otredad o menos diferencias con la otredad, pero, al fin y al cabo, existe la diferencia. En este sentido, la instauración de dicho ministerio obedece a una coherencia con la concepción del mundo más general.

En el sentido que da cuenta de igualdad y tolerancia es una institución absurda. Más que eso, la concepción, como dije, es absurda. Y es que la concepción da cuenta una relación antitética que convierte a estos dos entes en fuerzas. Las fuerzas se aniquilan entre sí y suponen un rol de lucha constante de reafirmar la diferencia: entran a un estado en el cual se define el uno en función de su participación como agente diferente de otro.

Entonces, un análisis que dé cuenta de esto, como el que pretendo, puede ir hacia la diferencia misma, y es eso lo que haré. Pero esta no es una diferencia cualquiera: es aquella que define dos tipos de ser humano. Esta diferencia genera dos identidades nuevas que ya no se distinguen por ser ambas diferentes de los demás seres vivos sino como seres humanos diferentes con atributos diversos que los separan. Esto me hace recordar a cómo nosotros podemos definirnos como mejores que los animales por ciertos caracteres, incluso, se institucionaliza por medio de jurisdicciones que condenan la muerte de un humano pero no la de un animal. Si se establece una jerarquía en aquella diferencia, ¿por qué no habría de establecerse en el género? El problema con esta diferencia es que la jerarquía es difusa, como dije, está en constante lucha.

Lo que pretendo y la sospecha que tengo es que la identidad que se plantea acá es aquella que, como en la nobleza, disuelve al sujeto mismo y lo hace parte de una identidad. Es aquel deseo tanto de una comprensión más fácil del mundo como de formar parte de una identidad superior. La razón se mezcla con los deseos de ganar.

La diferencia que propongo es, pues, una diferencia de sujetos, es decir, una subjetividad latente en el cual es importante cada ser humano y los juegos identitarios que lo componen como conciencia de sí. Reconocer la posibilidad de cada ser humano como determinación cambiante, como cambio dependiente de la interpretación de cada conciencia. El silencio mata, sí, por eso es que necesitamos conocernos, reinterpretar la concepción que tenemos sobre como adquirimos la conciencia sobre nosotros mismos. El conocerse a uno como una praxis perenne que escape de estos juegos identitarios de la generalización: salir del género para no perdernos en una lucha tácita que no acabará nunca.

No hay comentarios: